La conjugación de los hechos

 

Hubo un tiempo en que ustedes se amaban. Usted inclinada sobre la ventana recién abierta fumando un cigarrillo mirando hacia la calle y usted acostado, medio tapado, medio dormido. Usted miraba los gatos que pasaban corriendo por la calle, desierta y neblinosa, que a esa altura parecían ratas… ratas, gatos, qué más da. Usted entonando un leve tango, acostado medio dormido, medio tapado. Usted tirando las colillas del cigarrillo por la ventana, que caían sobre la calle desierta y neblinosa sobre la que corrían ratas o gatos. Usted acostado, medio tapado y dormido, entonando levemente un tango, pensando que esas colillas caían sobre la calle, desierta, sin saber que sobre la calle desierta corrían gatos o ratas. Usted inclinada mirando las colillas caer sobre la calle, desierta y neblinosa, llena de gatos o ratas, escuchando el leve tarareo del tango y pensando en él medio tapado y dormido, tarareando un leve tango, mirándola desde atrás, las piernas, las nalgas, y, viéndola tirar las colillas del cigarrillo por la ventana hacia la calle. Usted recostado apoyando un codo sobre el colchón, mirando desde atrás las piernas de ella, sus nalgas, el cigarrillo golpeteando para dejar caer las colillas a través de la ventana que da a la calle neblinosa por la que corren gatos o ratas sin saber que pasará un hombre caminando, con un paraguas en la mano aunque ninguna nube cubra el cielo. Usted inclinada sobre la ventana, pensando en la mirada de él detrás suyo, sobre sus piernas y nalgas, y dejando caer, frenéticamente, las cenizas del cigarrillo a través de la ventana que da a la calle sobre la que corren ratas o gatos entre la neblina y sobre la que, ahora, camina un hombre con un paraguas, aunque ningún indicio señale lluvia próxima. Usted apoyado en su codo, viéndola a ella que mira hacia la calle neblinosa sobre la que corren gatos y ratas y camina un hombre con un paraguas, sin saber que en el cielo no hay ni habrá nubes que justifiquen el paraguas de aquel hombre, sin saber que aquel hombre pasaba por la calle que ella miraba a través de la ventana y sin saber que aquel hombre levantaría el brazo y abriría, también frenéticamente, su paraguas, en un gesto injustificado porque el cielo nunca estaría tan despejado como aquella noche.

Yo sabía que usted, plantada en la ventana mirando la calle neblinosa y antes desierta sobre la que corren ratas o gatos, reconocería mi gesto con el paraguas. Sabía que usted estaría tirado reponiéndose de la todavía caliente actividad en la cama, tal vez mirándola a ella desde atrás, sin saber que ella miraba a un hombre que pasaba y hacía un gesto con un paraguas que no intentaba justificar alguna lluvia. Sabía también que usted tendría que estar fumando para poder descargar, desde la ventana que daba a la calle, hacia esa calle, los restos de un cigarrillo que no terminaría de fumar completamente. Sabía que usted, incluso más despierto, incluso apoyado el codo sobre la cama ya menos caliente, incluso mirándole la espalda y las nalgas, no sabría que las cenizas del cigarrillo que caían sobre la calle desierta no eran lo que realmente eran.

Yo sabía de un tiempo en que ustedes dos se amaban. Sabía que usted lo amó; sabía que usted la amó. Sabía que usted esperaba un hijo de otro hombre y que usted sabía que ella había estado con otro hombre pero no que esperaba un hijo. Y usted sabía que él sabía. Usted, en cambio, no sabía que ella sabía que usted sabía que ella había estado con otro hombre.

La cuestión es que usted lo dejó de amar hace tiempo y empezó a salir con alguien. Por su parte, usted la dejó de amar hace poco cuando descubrió, sin sospechar que en algún momento ella sabría que usted sabía que ella salía con otro hombre. Usted quedó embarazada justo después de enterarse que él sabía que usted salía con otro hombre y este simple temor la excitaba aun más. Usted, luego de enterarse que ella salía con otro hombre, pero sin sospechar que ella lo sabía, comenzó a dejar de amarla intuyendo, tal vez, que si ella salía con alguien más era porque ya no lo amaba.

Sin embargo, ahí están, ambos acostándose, en una habitación con una ventana que da a la calle desierta y neblinosa sobre la que corren ratas o gatos. Usted fumando y usted medio dormido observándola. Y aquí estoy yo, levantando el paraguas, en un gesto que no pretende detener una lluvia que no va a venir sino indicando que recibí el mensaje del cigarrillo dejando caer cenizas sobre la ventana. Y ahí está usted, observando mi paraguas abrirse, comprendiendo que yo recibí su mensaje del cigarrillo.

Lo que vino a continuación ustedes no lo sabían con exactitud. Usted desde la ventana solo tenía que enviar y recibir las señales, lo demás me lo dejaba a mí. Usted, acostado en la cama, por supuesto no sabía nada de señales de cigarrillo o paraguas abriéndose en la noche desierta. Usted sabía, en la ventana que daba a la calle, fumando, sabiendo que él no sabía nada y que le miraba la espalda y las nalgas, que luego de que mi paraguas se abriera solo pasarían unos segundos para que llegara lo peor. Pero usted, en la cama, mirándole la espalda y las nalgas a la mujer que ya no amaba y que no lo amaba pero que, sin embargo, estuvo allí para acostarse, esa noche, desierta, de gatos y ratas que corren por una calle, desierta y neblinosa, no sabía que le ocurriría lo peor.

Y yo, caminando por esa calle, desierta, con gatos que corren y parecen ratas, sabía que entraría al edificio, subiría las escaleras y súbitamente abriría la puerta de aquella habitación, que estaría sin llave, vería la cama donde estaría usted, que estaba mirándole la espalda y las nalgas a ella, pensando que ya no la amaba, pero sin imaginar que hace un momento, sobre la calle, desierta, neblinosa, con gatos, hubo un intercambio de señales para indicar que era el momento preciso para entrar y matarlo.

6 comentarios el “La conjugación de los hechos

  1. clementine dice:

    jeje está bueno. al principio un toque tedioso pero lo fuiste estructurando bien. me cayó simpático

  2. No estoy de acuerdo en que SEA tedioso. Aunque, naturalmente, a cualquiera le puede parecer tedioso.

    Muchas gracias por comentar Clari… digo, Clementine.

  3. No hace falta que diga quien soy porque nadie me sabe. dice:

    Delirantemente bello. Atrapante cual trampa para ratas, que bien puede ser un gato o una simple trampa con un queso putrefacto con manivelas que cercenan el cuello de la rata que bien podría ser cazada por un gato joven, pero que dejándole lugar a esta modernidad desenfrenada mejor implementar trampas no naturales para eliminar animalejos que no son bellos a los ojos civilizatorios que deambulan por las calles desiertas -o no- de una ciudad poco nítida y malhumorada con piropos malhechos de sucios hombres que tiene sexo por tener sin amar más que el propio deseo carnal de introducir una parte propia en un objeto extensión con nalgas que son simples aderezos para concretar el propio deseo sexual. Merece la muerte.

  4. No hace falta que diga quien soy dice:

    Merece hacer el amor con el señor del paraguas al lado del cadáver. Claramente.

  5. Ya.

    Pero no te olvides de que hay una conjugación de hechos.

    Saludos.

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